martes, 8 de abril de 2014

LECTURAS PRIMERO PRIMARIA

EL PESO DE LA NADA
                                                              
Dime: ¿ cuánto pesa un copo de nieve

Dime cuánto pesa un copo de nieve, preguntó un gorrión a una paloma.

Nada de nada, le contestó.

Entonces debo contarte algo maravilloso, dijo el gorrión:

Estaba yo posado en la rama de un abeto, cerca de su tronco, cuando empezó a nevar. No era una fuerte nevada ni una ventisca furibunda. Nada de eso.

Nevaba como si fuera un sueño, sin nada de violencia. Y como yo no tenía nada mejor que hacer, me puse a contar los copos de nieve que se iban asentando sobre los tallitos de la rama en la que yo estaba. Los copos fueron exactamente 3.741.952. Al caer el siguiente copo de nieve sobre la rama que, como tú dices, pesaba nada de nada, la rama se quebró.

Dicho esto, el gorrión se alejó volando.

Y la paloma, toda una autoridad en la materia desde la época de Noé, quedó cavilando sobre lo que el gorrión le contara y al final se dijo:

Tal vez esté faltando la voz de una sola persona para que en este mundo tenga lugar la paz.



LOS DOS LOBOS
           Un anciano Cherokee contaba a su nieto acerca de la lucha que se desarrollaba dentro de sí mismo. Ésta era entre dos lobos...
"Uno es diabólico: iracundo, lujurioso, arrogante, mentiroso, falso predicador, vanidoso, resentido, ladrón, abusador y asesino.

El otro es bueno: pacífico, amoroso, sereno, humilde, generoso, compasivo, fiel, bondadoso, benevolente y honesto".

El nieto, después de unos minutos de reflexión, preguntó a su abuelo: "¿Y qué lobo ganará?"

El anciano Cherokee simplemente respondió: "El que yo alimente".




El viento y el sol
Imagenes del Sol Animado



El sol y el viento discutían para ver quién era el más fuerte
El viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa?.
Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú.
Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento,
cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón,
pero cuanto más soplaba
tanto más se envolvía el hombre en la capa.
Por fin el viento se calmó y se declaró vencido.
Y entonces salió el sol
y sonrió benignamente sobre el anciano.
No pasó mucho tiempo hasta que el anciano,
acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.
El sol demostró entonces al viento que la suavidad
y el amor de los abrazos son más poderosos
que la furia y la fuerza.


La abeja.

la abeja, lectura para niños de primero de primaria

















Abeja.
Insecto que produce miel y habita en cualquier lugar donde haya flores. Vive en un panal de cera que fabrica con las demás abejas. Su enorme familia está formada por una reina madre, un ejército de hijas llamadas obreras y un único macho llamado zángano.
Cada abeja vive alrededor de 30 días, vuela casi toda su vida y trabaja hasta 10 horas al día, chupando el néctar de las flores para producir media cucharada de miel diaria.
¡Qué divertido el trabajo!
Se engolosina la obrera,
en medio de su agasajo,
entre celdillas de cera.
La colonia se alborota
mientras la miel se fermenta,
madurando gota a gota,
desde la flor opulenta. [llena de cualidades: hermosa, perfumada, radiante...]


La ronda del enredo.

La ronda del enredo, lectura para niños de primaria, primer grado



















El pez en el aire,
el ave en el mar…
Aquí hay algo raro,
no sé que será.
El ave en el agua,
el pez a volar …
Esto no funciona.
Aquí algo anda mal.
Y creo que falta
¿qué me faltará?
No hay otro camino:
Volver a empezar.

El ave en el aire,
el pez en el mar
¡ahora sí lo dije
como es de verdad!
Y lo que faltaba
no puede faltar:
la tierra-la tierra,
que es otro lugar.
Ahora está todo
todo y algo más:
¡tú y yo por el aire
la tierra y el mar!



Mi trabajo como hada de los dientes.

Mi trabajo como hada de los dientes, lectura para niños de primer grado
Les voy a contar una historia de los días en que fui un hada de los dientes.
Era mi primer trabajo y no lo hacía muy bien. Todo comenzó de esta manera…
Acababa de acurrucarme en la cama… cuando ¡Talán talán! Sonó la campana de los dientes. Nunca se sabía cuándo a alguien se le va caer un diente ni cuando un hada de los dientes debe ir a recogerlo.
Los niños se pasan el día entero moviéndose los dientes para que se les caiga. Joaquín llevaba todo el día jalando de su diente. Y cuando se puso a masticar un caramelo ¡plin! Se cayó.
Les sorprenderá saber que hay personas que no creen en las hadas. Es triste pero es verdad. Curiosamente los niños que dicen no creer en ellas cambian de opinión en cuanto se les cae un diente.
Así sucedió con Joaquín. Cepilló su diente hasta dejarlo reluciente y lo colocó debajo de la almohada y se quedó dormido. En ese momento sonó la campana de los dientes y yo salí corriendo a buscarlo.
Joaquín vivía en el número 62 de un edificio de una gran ciudad. Para las hadas las ciudades son muy confusas así que tardé un buen rato en encontrar el lugar. Una vez dentro del edificio, descubrí que había muchos pisos y cada piso tenía muchas puertas con números. Volé por un montón de pasillos y cada vez me hacía más líos. Finalmente paré frente al número 26 creyendo que era el número correcto y entré por la cerradura. El pequeño Joaquín estaba acurrucado debajo de las sábanas y en la mesita de noche, dentro de un vaso de agua flotaban unos dientes, no un solo diente, sino una DENTADURA ENTERA. Me pareció muy emocionante encontrar tantos dientes a la vez, me los llevé y dejé una bolsa llena de oro. En mi opinión era un cambio justo.
Pero más tarde, cuando le mostré a la jefa de las hadas lo que había encontrado, se enojó muchísimo.
–¿Cómo puede ser un hada tan tonta? –gritó– ¡Son falsos! ¡No podemos hacer perlas con DIENTES FALSOS! Sólo sirven los dientes de niños para hacer perlas para hadas.
Así que perdí mi empleo. Esa misma noche otra hada fue a casa de Joaquín a recoger el diente y dejar una moneda de plata debajo de su almohada.
El dueño de los dientes postizos era un abuelito llamado Damián. Cuando se despertó, se sorprendió mucho al encontrar la bolsa llena de oro en lugar de su dentadura (que de todas formas nunca le había encajado bien). Desde entonces empezó a creer que las hadas realmente existen.


La boda del conejo.

La boda del conejo, lectura para niños de primer grado
Una boda es la ceremonia en que dos personas se casan, y la fiesta que se hace para celebrarlo.
Había una vez un conejo que estaba amarrado con un mecate. De pronto aparece un tigre y le pregunta:
–¿Qué haces ahí amarrado conejito?
–Lo que pasa es que me voy a casar, pero te puedes quedar en mi lugar, señor tigre.
El conejo le mintió al tigre, dizque se iba a casar. El tigre aceptó.
–Cuando escuches la música y los cohetes te pones listo –le dijo el conejo.
El tigre desató al conejo y se amarró en su lugar. Mientras el conejo se echaba a correr, el mecate se quemó y el tigre escapó. Fue a buscar al conejo, pero ya no pudo encontrarlo y no pudo comérselo, y allí termina el cuento.
El conejo era mucho más débil que el tigre, pero también era más astuto, y por eso consiguió escapar.

“Querida señora LaRue”. Cartas desde la   


Academia Canina.

Cartas desde la Academia Canina, lectura para niños de primer grado
¿Se imaginan que los perros pudieran escribir? Pues vamos a leer tres cartas de un perro enojado porque su dueña, la señora LaRue [se pronuncia Larrú], lo mandó a una academiapara perros, a ver si podían corregirlo.
La señora Gertrudis LaRue inscribió a su perro Ike en la Academia Canina, porque se portaba muy mal.
“¡Ya no aguanto más! –declaró a los periódicos la señora LaRue–. Quiero mucho a Ike, pero está muy malcriado. Se roba la comida de las alacenas, persigue a los gatos de los vecinos y se la pasa ladrando cuando se queda solo. Y por si fuera poco, la semana pasada casi me tumbó cuando cruzaba la calle ¡y arruinó mi abrigo de pelo de camello! Ya no sé qué hacer con él.”
Poco después, la señora LaRue empezó a recibir cartas de su perro Ike.
El 1° de octubre llegó la primera:
Querida señora LaRue:
¿Cómo pudo usted mandarme aquí? ¡Esto es una cárcel, no una escuela! Debería ver a los otros perros. ¡Son un desastre, doña LaRue! Definitivamente, aquí no me siento a gusto. Estoy angustiadísimo y quizás necesite algo para masticar cuando regrese a casa. ¡Por favor, venga, a buscarme hoy mismo!
Atentamente,
Ike

Los duendes de la tienda.

Los duendes de la tienda, lectura para niños de primer grado
La tienda de don Manuel era la más surtida del pueblo.
Don Manuel vivía atrás de su tienda, todas las noches la cerraba con tres candados y se iba a su casa. Una noche, don Manuel y su familia oyeron ruidos que venían de la tienda.
“¿Serán ratas? Mañana pongo trampas”, pensó don Manuel.
Al otro día, cuando abrió la tienda, encontró todo patas para arriba. Aquello era un verdadero desastre.
La mercancía de los mostradores estaba tirada en el suelo, los sacos de maíz y frijol despanzurrados, los tomates apachurrados.
Esa noche, don Manuel estuvo muy atento a cualquier cosa que se oyera.
Ya muy tarde, después de la medianoche, se oyó un ruidero bárbaro.
Don Manuel y su familia fueron a ver qué sucedía en la tienda. Cuando abrieron la puerta se llevaron una gran sorpresa.
Adentro había un montón de duendes haciendo travesuras. Luchar contra los duendes era inútil. Lo único que podrían hacer era cambiarse a otra casa.
Don Manuel y su familia empacaron todas sus cosas y las de la tienda. Subieron los bultos a una carreta y se fueron a buscar otra casa en otro pueblo.
Ya iban en el camino, cuando la esposa de don Manuel se acordó que había dejado la escoba en la tienda. El más pequeño de sus hijos se ofreció a ir por ella.
“No te preocupes, aquí la traigo”, dijo un duende que llegó corriendo. Y en seguida se oyeron risitas adentro de la carreta.

El elefante y su hijo.

El elefante y su hijo, lectura para niños de primer grado
El elefante y su hijo pasaban la tarde en casa.
El elefantito tarareaba una canción.
–¿No puedes estar callado? –dijo el papá elefante–. Papá intenta leer el periódico y no puede escuchar la canción al mismo tiempo que lee el periódico.
–¿Por qué no? –preguntó el elefantito.
–Porque papá no puede pensar en dos cosas a la vez, por eso –respondió el padre elefante.
El elefantito dejó de cantar. Se sentó en silencio. Papá elefante encendió un cigarro y se puso a leer.
Al cabo de un rato el elefantito le preguntó:
–Papá, ¿sigues sin poder pensar en dos cosas a la vez?
–Si, hijo –respondió el elefante–. Así es.
–Entonces –dijo el elefantito–. Deberías dejar de pensar en el periódico para pensar en la pantufla de tu pie izquierdo.
–Pero hijo… –dijo el elefante–. El periódico de papá es mucho más interesante e ilustrativo que la pantufla de su pie izquierdo.
–Puede que sí –dijo elefantito–, pero tu periódico no se ha incendiado con la ceniza del cigarro. En cambio, la pantufla de tu pie izquierdo, sí.
Papá elefante corrió a sumergir en agua su pantufla. Muy suavecito, el elefantito empezó a
tatarear de nuevo.
No siempre el saber puede suplir la observación directa.

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